martes, 14 de diciembre de 2010

LAS EXCAVACIONES


Las excavaciones arqueológicas y estudios acerca de Pompeya y Herculano se iniciaron en el siglo XVIII, y con escasas interrupciones han continuado hasta nuestros días. En la actualidad podemos pasear por los restos de Pompeya, en la que se conservan perfectamente el trazado de sus calles, las estructuras de sus tiendas y talleres así como los importantes edificios públicos de esta ciudad como el Foro, el Templo de Isis o el Anfiteatro, junto a los restos de su su sistema de amurallamiento. Numerosas casas particulares de esta ciudad han conservado sus estancias, atrios y jardines. En bastantes ocasiones estas viviendas también presentan importantes restos de pintura mural y de mosaicos. La ciudad de Herculano de menores proporciones que Pompeya, también ha proporcionado numerosas casas particulares, termas privadas y algunos edificios públicos como el Teatro. Algunas villas suburbanas próximas a la ciudad de Pompeya, también conservan junto a sus dependencias importantes frescos de pintura mural, que utilizan frecuentemente temas de inspiración griega. El hecho de permanecer sepultadas durante siglos por la lava y las cenizas ha permitido una buena conservación de los restos de es- tas ciudades antiguas.


Un importante área de las investigaciones se centra en las estructuras que estaban siendo restauradas durante la erupción (presumiblemente dañadas en el terremoto del año 62). Algunas de las pinturas antiguas dañadas pudieron ser cubiertas con nuevos frescos, y se utilizan modernos instrumentos para analizar las pinturas ocultas. La razón más probable por la cual esas estructuras todavía estaban siendo reparadas 10 años después del terremoto era la creciente frecuencia de pequeños temblores que precedieron a a erupción.

Durante las excavaciones, ocasionalmente eran hallados huecos en la ceniza que habían contenido restos humanos. En 1860, el arqueólogo italiano Giuseppe Fiorelli sugirió rellenar estos huecos con yeso, obteniendo así moldes que mostraban con gran precisión el último momento de la vida de los ciudadanos que no pudieron escapar a la erupción. En algunos de ellos la expresión de terror es claramente visible. Otros se afanan en tapar su boca o la de sus seres queridos con pañuelos o vestidos tratando de no inhalar los gases tóxicos, y alguno se aferra con fuerza a sus joyas y ahorros. Tampoco falta quien prefirió ahorrarse el tormento quitándose la vida, conservándose su cuerpo junto a pequeñas botellitas que contenían veneno. Los perros guardianes siguen encadenados a las paredes de las casas de sus amos, al igual que los gladiadores del anfiteatro (en este último caso, acompañados de una misteriosa mujer cargada con todas sus joyas de gala).


El número actual de víctimas detectadas es de unas 2000, y es de esperar que aparezcan muchas más en las partes de la ciudad que todavía no han sido excavadas.

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